Pequeña carta al ayuntamiento de Madrid

Estimadas gestoras y estimadores gestores del ayuntamiento de Madrid:

Tras 48 residiendo en Madrid, ciudad en la que nací, he decidido, por motivos que no vienen al caso, mudarme a otro municipio. Una mudanza es un momento complejo, con muchos trámites, muchas cosas que hacer, muchos gastos y muchas emociones.

Tuve que empadronarme a la carrera en el nuevo municipio la última semana de junio, porque era imprescindible para conseguir plaza en el colegio para mis tres hijos y ése era plazo disponible.

No soy ilusa, no me esperaba una carta de la alcaldesa deseándome suerte en mi nueva etapa, ni una encuesta de satisfacción para mejorar la ciudad y la relación del ayuntamiento con la ciudadanía, pero el tres de agosto he recibido una carta fechada en julio sin día -no sé cuándo ha llegado, porque he estado dos semanas de vacaciones, en cualquier caso después del 13 de julio- informándome de que ya no cumplo los requisitos "para la autorización de residente del barrio 15", por lo que dan de baja a mi vehículo del Área de Estacionamiento Regulado. Es decir, que para ir a mi casa, en la que, efectivamente, no estoy empadronada, tengo que pagar. La carta indica que puedo regularizar la autorización presencialmente antes del pasado 1 de agosto.

Esta nota podría versar sobre los ágiles que resultan los trámites para retirar privilegios y cobrar tasas y lo no tan ágiles que resultan los tramites para conseguir derechos, reclamar o recuperar dinero, pero no quiero ir por ahí.

Cuando mis hijos me preguntan qué es un ayuntamiento, suelo contestar lo que creo que debe ser: una organización elegida por todas para gestionar la ciudad y cuidar a las personas que en ella viven. Quizá fue algo parecido a esto en el remoto origen, pero, desde luego, ahora no lo es. Nunca me he sentido cuidada por mi ayuntamiento. Las personas estamos en un segundo, tercer plano. Son los procedimientos, los protocolos los realmente importantes. Es mucho más importante que una persona no empadronada no aparque en su barrio desde el primer minuto, que facilitarle la mudanza a una ciudadana.

Mi caso no es dramático, no es importante, apenas es una minúscula anécdota en una ciudad cuyo ayuntamiento fue capaz de vender a fondos buitre las viviendas protegidas. Es difícil caer más bajo. Pero sí me parece significativo, demostrativo de que los procedimientos que lo rigen no están pensados en relación a las personas. Es una burocracia sin corazón.

Mientras sigamos dejando que nos gobiernen organizaciones sin corazón, nuestro mundo no será viable.

Les deseo toda la suerte y la felicidad

Sonia Rubio Hernando