Parafernalias

Hoy han dicho veinte veces en la radio -seguramente no han llegado a veinte pero la insistencia era molesta- que el jefe del estado iba a celebrar la entrega de credenciales de unos embajadores en una ceremonia muy austera en el palacio de la Zarzuela -parece ser que normalmente la ceremonia se celebra en el palacio real.
El primer pensamiento es: qué triste que para ser una ceremonia austera el receptor haya de estar enfermo.

El segundo pensamiento ya se salta la linealidad: ¿es necesario en estos días que las credenciales de un embajador se entreguen en persona en una "ceremonia"? Entiendo la necesidad de que el embajador se acredite, lo lógico sería que en el siglo xxi la acreditación fuese electrónica y entiendo una reunión con su interlocutor directo, que no creo que sea el jefe del estado, para presentar los objetivos de su mandato. De ahí a carrozas, trajes de fiesta y banquetes hay un abismo.

Estamos tan acostumbrados a las "celebraciones" que ni siquiera nos llaman la atención. ¿En qué mejora la justicia la ceremonia de apertura del año judicial? ¿en qué mejora la educación la ceremonia de apertura del año académico? ¿Qué objetivo cumplen las ceremonias de los días de las diversas autonomías? Parecen solamente enfocadas a lo que en la gestión de grupos humanos se llama crear equipo. Si es así, creo que realmente sí funcionan: crean equipo, crean diferencia, crean elites, crean clase. Ellos se sitúan en un plano distinto al nuestro. Ellos están invitados, tienen la ropa adecuada, los peinados y los maquillajes adecuados, los coches adecuados que no necesitan conducir y que los depositan en la puerta sin necesidad de aguantar atascos. Nosotros no estamos invitados, nosotros preparamos las mesas, los canapés, las bebidas, las luces, la música, servimos la comida, los peinamos y maquillamos, los llevamos en sus coches, despejamos el tráfico, nos apartamos para no molestar, nos manifestamos en la puerta, pegamos a los que se manifiestan en la puerta, los fotografiamos, cubrimos el evento, escuchamos el resumen, limpiamos los salones, cuidamos a sus hijos, los llevamos de vuelta a sus despachos.... y pagamos los gastos.

Pero no estamos invitados... si vamos y decimos algo que vaya más allá de demostrarles nuestra admiración, se enfadan. ¡No se puede hacer política en una celebración! ¡No se puede reventar un evento tan relevante! ¡Qué falta de respeto!

Estas celebraciones están diseñadas para separar a los dirigentes del pueblo, para marcar la diferencia, para que para verlos tengamos que mirar hacia arriba y sintamos que ellos son mejores que nosotros, que merecen estar allí y que allí se van a quedar.

En mi democracia gobernantes y gobernados deberían estar en el mismo plano, se cruzarían por la calle y se verían como iguales. Porque ellos no lo saben, pero somos iguales.